Eres el vientre de mí renacer,
cálido, amoroso… así me quisiste,
me diste la vida, todo me lo mostraste.
Crecí con todos tus hijos, en un segundo
del tiempo infinito. Fui una criatura, no había
diferencia de especie, género o edad, porque todos
allí éramos uno junto contigo.
Me salpicaste de tu paz, no quiero secarme nunca.
Me enseñaste a vivir… viviendo como debe ser
nada más.
No había comidas ni canciones favoritas,
todo fue reemplazado por amaneceres y
atardeceres del caramelo de la miel de los
magueyes, las tunas y los chiles de biznaga.
En la noche con todos tus ojos nos veías
porque somos tus hijos y debes cuidarnos.
Tienes magia, eres de ella… yo quiero ser
para ti… por siempre hija tuya.
En momentos de locura sentía el deseo
de mamar las espinas de tus cactus para ver
si podía obtener un poco de tu fosforescencia.
de mamar las espinas de tus cactus para ver
si podía obtener un poco de tu fosforescencia.
Nunca quise desprenderme de tu místico vientre
lleno de almas, tan lleno de todo, tan lleno de vida,
tan lleno de muerte, porque es allí de donde vienen
todas las cosas y donde vi todas las cosas.
Y porque es allí en donde no extrañé nunca,
ni pensé un segundo en el pasado, porque tu útero
es puro presente....
para mi mamá y papá desierto, porque de él vi todo y nací de nuevo... salida de sus
entrañas...