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viernes, 22 de abril de 2011

Desertilina.






Eres el vientre de mí renacer,


cálido, amoroso… así me quisiste,


me diste la vida, todo me lo mostraste.



Crecí con todos tus hijos, en un segundo


del tiempo infinito. Fui una criatura, no había


diferencia de especie, género o edad, porque todos


allí éramos uno junto contigo.



Me salpicaste de tu paz, no quiero secarme nunca.


Me enseñaste a vivir… viviendo como debe ser


nada más.



No había comidas ni canciones favoritas,


todo fue reemplazado por amaneceres y


atardeceres del caramelo de la miel de los


magueyes, las tunas y los chiles de biznaga.



En la noche con todos tus ojos nos veías


porque somos tus hijos y debes cuidarnos.


Tienes magia, eres de ella… yo quiero ser


para ti… por siempre hija tuya.



En momentos de locura sentía el deseo

de mamar las espinas de tus cactus para ver

 si podía obtener un poco de tu fosforescencia.



Nunca quise desprenderme de tu místico vientre


lleno de almas, tan lleno de todo, tan lleno de vida,


tan lleno de muerte, porque es allí de donde vienen


todas las cosas y donde vi todas las cosas.



Y porque es allí en donde no extrañé nunca,


ni pensé un segundo en el pasado, porque tu útero


es puro presente....



para mi mamá y papá desierto, porque de él vi todo y nací de nuevo... salida de sus


entrañas...

1 comentario:

ignacio dijo...

En esos desiertos mas bien semi-desiertos me quede encantado por el silencio que nunca callaba. La flor del desierto formada por viento y arena es una maravilla.