Hay cosas que no te pueden enseñar tus padres, ni siquiera tus abuelos,
podrán decírtelas, mencionártelas pero no enseñarlas por completo, tampoco en
las universidades están todas las respuestas, estamos acostumbrados a que otros
nos digan qué se debe sentir, cómo se debe sentir, cómo debemos reaccionar…
He aprendido que no todo está perdido, a pesar de lo que día con día te
dicen en la tele, el periódico o incluso en
platicas con amigos donde abundan las malas noticias y para neutralizarlas
te inculcan un falso optimismo o lo que a mi parecer es más bien un conformismo
con disfraz de optimismo. Hay que aprender a ser dueños de un optimismo de
calidad…
La vida me ha enseñado que no siempre hay tiempo de asimilar, a veces uno
no se puede dar su tiempo para tomar una decisión importante, hay cosas que
llegan de “chingazo”, a la vida no le importa si eres lo suficientemente maduro
o si estás en tu mejor momento para asimilar ese cambio drástico… es como una
advertencia, una forma de informarte que estás vivo y que la vida está llena de
cambios locos y ahora sí que como dice Darwin sobrevivirá el más apto. El mundo
ha estado lleno de este tipo de cosas imprevistas desde su conformación, así
que no nos hagamos los sufridos cuando un cambio extremo llegue a nosotros,
pues eso es algo cotidiano y milenario, afrontémoslo
con dignidad y valentía seamos hábiles para tomar buenas decisiones y
aprendamos a aprovechar las buenas oportunidades (no todas las oportunidades
nos convienen).
La vida es la que marca la pauta de tu maduración emocional y personal,
aunque en la secundaria te enseñan que a los 18 años ya eres un adulto, lamento
decirte que es una mentira, tengo 23 años y apenas siento que comienzo a
madurar no sólo personalmente sino que
incluso mi cuerpo, apenas termina su desarrollo, en cambio conozco
chicas de 16 años que son más maduras que yo, conozco personas de 33 que
todavía hacen lo que les dicen sus padres. Es nuestra propia experiencia la que
nos ayuda a crecer, a sentir el miedo real, el dolor real, pero también la
verdadera valentía y felicidad.
Vivimos en un mundo de múltiples opciones, millones de opciones pero si nos
atenemos a vivir a través de otros, a temer lo que otros temieron, a gozar lo
que otros gozaron no conoceremos más que una alternativa del millón que hay
disponibles. Nos enseñan desde pequeños que el cielo es azul y si hacemos un
dibujo de este siempre será de misma manera (Azul y con nubes… tal vez con un
sol) pero si somos mesurados y observamos bien aprenderemos que hasta el cielo
tiene muchas caras ( Igual que nosotros a lo largo de nuestro crecimiento) y lo
que un día solo fue un cielo azul se convierte en un segundo en un mar de
posibilidades de colores y brillos, pasando desde el gris, azul cielo, rosa, ámbar,
morado, rojo, hasta el azul marino o negro estrellado, o manchado de blanco por
la vía láctea.. Nosotros y la vida, somos como el cielo que cambia cada minuto bruscamente,
pero no creamos que lo oscuro es malo
sólo porque así nos lo han enseñado los demás, mejor preguntémosle a los
amantes qué sería de ellos sin la noche….
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